"Es para matarlo a hostias"

Cañones a punto. Lanzas, sables y espadas en alto. Las palabras se las lleva el viento y, aún más, en plena campaña electoral. A pesar de ello, los políticos no bajan la guardia en estos tiempos de lides y pugnas; dan derechazos directos al estómago, intentando que su oponente desista y opte por cubrirse el rostro; o, mejor aún, que alguna de sus embestidas acabe en K.O. Rara vez ocurre. Porque estamos en época de discursos, de dimes y diretes, de promesas e iniciativas, de sacos rotos y burbujas imaginarias. Es tiempo de hablar de todo y decir poco. Es momento de mostrar a los líderes de los partidos, pero escucharlos poco.

Por ello, los máximos dirigentes llaman a la calma y apuestan por una campaña limpia. Así se manifestó Griñán la semana pasada en Huelva. "Que se centren en las propuestas. Que sea una campaña responsable", comentó. Le oyeron sus 'súbditos', pero exigir que le escucharan es demasiado. De hecho, el número dos de la lista del PSOE de Jaén, Manuel López, se pasó los límites democráticos por el forro, como se dice vulgarmente. Lo explica muy bien Europa Sur: "Él debe pensar que en el fragor de un mitin se permite todo, que el adversario político está enfrente para recibir y encajar, sea lo que sea, que no hay límites, y que cuanto más violenta sea la invectiva dirigida a la figura del otro más cálidos serán los vítores que obtenga del público asistente". Porque las declaraciones de López no tienen cabida en un proceso electoral limpio y digno. "Es para matarlo a hostias", dijo el socialista del candidato del PP a la Alcaldía, José Enrique Fernández de Moya.

Aunque, evidentemente, en las filas populares también hay quien no sabe medir sus palabras. Justamente en Valencia, Comunidad azotada por las sospechas de corrupción, es donde las lenguas más escupen. Que se lo digan a su presidente, Francisco Camps, quien manifestó que uno de los problemas de Zapatero es que creció sin la "ternura" de un abuelo -en referencia a su ascendiente fusilado durante la Guerra Civil-.