"¡Qué escándalo! ¡Ya estamos en las últimas páginas y todavía no te he dicho nada de la utopía! ¡Y tú que a lo mejor esperabas que yo te recordara desde el prólogo que los jóvenes deben ser utopistas y todo ese bla-bla-bla! Pues nada, no señor. Siento comunicarte que no pienso acariciarte los oídos con elogios de la juventud: que si es generosa, que si es idealista, que si detesta los uniformes y la violencia. A cambio, tampoco te daré la barrila diciendo que los jóvenes de ahora ya no son como los de mi época, que han perdido el afán de cambiar el mundo y que sólo piensan en colocarse bien y ganar dinero. Entre los jóvenes hay de todo: los SS nazis que vigilaban los campos de concentración de Auswitz y Buchenwald solían tener dieciocho o diecinueve años; también eran de esa edad los que se enfrentaron a los tanques del gobierno chino pidiendo libertad en la plaza de Tiananmen o los que ahora mismo dejan voluntariamente sus casas para irse como cooperantes a los países más desfavorecidos. Muchas veces, la «generosidad» de la juventud es la de quien aún no tiene responsabilidades y está acostumbrado a que otros velen por él; la famosa «rebeldía» es la pataleta de los mimados que quieren que los mayores les dejen su sitio cuanto antes... Por supuesto, también hay jóvenes que sostienen con su esfuerzo y coraje a toda la familia o que se indignan contra las viejas injusticias de un sistema que les avasalla o les margina. En todo caso, desconfía de quienes siempre tienen a la «juventud» en la boca, sea para elogiarla o para lamentar que haya traicionado su sagrada misión; una de dos: o no conocen a los jóvenes y entonces son bobos, o mienten hipócritamente para sacar algo de ellos y entonces son unos bribones"
Política para Amador, Fernando Savater
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