El árbitro, ese eterno enemigo, ese que siempre juega y nunca gana, ese a quien nadie entrona y todos escupen. El árbitro, ese que pocas veces habla, pero del que todos dicen. El árbitro, esa figura convertida en protagonista tras la batalla. Afortunadamente, tiene el tiempo la virtud de apaciguar los ánimos y dejar pensar con mayor serenidad. Le ocurrirá al Madrid dentro de diez años, cuando eche la vista atrás y vea la lamentable imagen que ofrece constantemente. Porque este Madrid de Mou, este segundo Madrid de Florentino -sí, aquel que se fue y volvió-, busca enemigos permanentemente y los encuentra. Tiene, además, un importante síndrome paranoico: todos le miran y todos le persiguen. Todos contra él. El Madrid contra el Mundo. El Mundo contra el Madrid.
Y para defenderse de tales "ataques", echa mano de la enciclopedia del perfecto agredido, de la constante víctima, de quienes dicen ser artífices de sus éxitos y de quienes creen que el resto son los artífices de sus fracasos. Ahí entra en juego el primer árbitro, el segundo arbitro, el tercero y todos los árbitros. Y Villar, y Platini, y la Uefa. Al fin y al cabo, todos. Pero, para ello, también la hemeroteca entra en juego. Porque, los que ahora apoyan las teorías conspirativas de Marca y As, deberían rebuscar en la memoria colectiva y comparar. En un campo de fútbol se desplegó en su día una enorme pancarta, de numerosos metros de extensión. "¿Desigualdad arbitral?... La buscan los que sólo saben llorar", rezaba. Curiosamente era el Santiago Bernabéu y la sujetaban los aficionados más radicales del Madrid, los Ultra Sur. ¡Qué cosas! ¡Cómo hemos cambiado!
GENIAL
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