jueves, 21 de abril de 2016

El día que Prince me robó una foto

Prince supo de mí. Solo de manera fugaz. Pero, joder, si se topa contigo una puta estrella del pop mundial (aunque sea de casualidad), sacas pecho hasta que el corazón te sale por la boca y ondeas, cual hito vital, la bandera de la victoria. Como si hubieses echado el mejor polvo. Orgulloso de ese instante.

Lo admito, es cosa del ego. 

Prince se topó conmigo en diciembre del pasado año. De forma virtual. Porque no nos vimos. No nos tocamos. No nos miramos. Es que, por sincerarme, nos cruzamos en Twitter. Pero, joder, eso qué más da en estos días en los que Twitter es tan vida real como la vida misma.

Prince y yo nos cruzamos en un andén de metro, como en ese cortometraje de Fernández Armero donde Ariadna Gil y Coque Malla se desean en secreto. Quizás le guste, se preguntan en silencio, a ritmo de fotogramas, el uno sobre el otro. Pero, joder, cómo decirse algo más en estos tiempos de inseguridades ocultas tras las pantallas. 

Prince me robó una foto que yo había colgado en twitter. La simple fotografía de la portada de El País Semanal en la que él salía. Sin aviso, como hacen los grandes, pilló la instantánea (sin mencionar a su autor) y la tuiteó. Yo se lo comenté de inmediato. En plan broma, ya tú sabes Prince: el humor sevillano. Pero debe ser que los chistes en Minnesota no son como los de aquí. Pero, joder, Prince, yo qué coño iba a saber si nunca estuve en Minnesota. 

Así que Prince borró el mensaje. Y, Prince, la verdad, me jodiste. Yo soñaba con ese día en el que tú murieses y yo pudiese comentar que un día me robaste una foto. Quería exhibir tu tuit y gritar ¡Prince! como Pe gritó ¡Pedro! en Los Ángeles. Porque, Prince, cómo no supiste que nunca me importó que un puto icono del pop me robase una foto.

Joder, Prince. Y eso que éramos íntimos.