sábado, 4 de diciembre de 2010

El secuestro de 600.000 viajeros

La Huelga -sí, con mayúscula- constituye una de las grandes herramientas del trabajador. Un poder que debe llevar aparejado un enorme sentido de la responsabilidad (como diría el tío Parker). La utilización de este instrumento como arma arrojadiza por parte de los controladores aéreos demuestra una absoluta falta de sensibilidad hacia el resto de la población. La cuestión a tratar no pasa por conocer quién lleva la razón en el conflicto (si el Gobierno y AENA o los propios controladores); sino por qué estos trabajadores consideran que pueden secuestrar a cerca de 600.000 personas sin previo aviso. Si quieren ir a la huelga, que planteen su postura, establezcan unos servicios mínimos y vayan a ella como cualquier otro colectivo. Ahora bien, radicalizar un enfrentamiento cogiendo como rehenes a miles de personas que querían disfrutar de cuatro días de descanso es, simplemente, una cabronada.

Pero es que, además, no sé quién aconsejó a los controladores de que la huelga encubierta era la mejor opción. Ahora, nadie va a creerse los argumentos que expongan sus representantes. ¿Qué credibilidad de cara a la opinión pública tendrán quienes organizaron tal revuelta? Evidentemente, ninguna. Espero que el Gobierno adopte medidas de sanción ejemplares y que estos señores acarreen con el pago de las indemnizaciones. Igual que un médico o un policía tendría que pagar por una imprudencia, que los controladores también lo hagan. Porque, además, aquí existió una premeditación exacerbada.

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