Los últimos meses del Gobierno de Zapatero comienzan a rayar el absurdo. Al igual que en La Cantante Calva de Eugène Ionesco, donde los espectadores esperan sin éxito y durante toda la obra la aparición estelar de la mujer anunciada en cartel; los votantes del PSOE en las pasadas elecciones aún aguardan en estos momentos que suene la sintonía de izquierdas a la que prestaron su apoyo hace casi cuatro años. De eso, todavía no hay nada. En febrero de 2008, el presidente del Gobierno negaba de forma continuada la posibilidad de que se desencadenara una crisis económica. Ésta, tal y como sabemos ahora, se inició en 2007 y a finales del siguiente ejercicio abarcaba ya toda la realidad.
Desde entonces, las medidas socialdemocrátas han brillado por su ausencia. Quizás, por ello, el electorado de izquierdas le dio la espalda al máximo responsable del Ejecutivo. Aún pensando que la coyuntura pillara desprevenido al Gobierno, el Consejo de Ministros tuvo tiempo suficiente para elaborar un plan de acción que suavizara los efectos. Pero, en cambio, ZP apostó por parchear un bote que se hundía, siempre sin capacidad de reacción e improvisando desacertadamente. Desoyó a todos y escuchó a todos.
El sector bancario y las grandes empresas se lo agradecen. A los primeros les dio miles de millones para salvar el sistema financiero español. A las segundas les entregó en bandeja de oro un abaratamiento del despido y mayores facilidades para acogerse a los ERE. De esta forma, según dijo Zapatero, acabaría la sangría del paro. Otra falacia más. ¿Cómo puede potenciarse la contratación dando a las compañías más facilidades para echar a los trabajadores? ¿No sería mejor eliminar impedimentos para la contratación o establecer beneficios fiscales para aquellas empresas que se hagan con los servicios de jóvenes o firmen contratos indefinidos?
Las prisas impidieron que el Gobierno pensara en todas las posibilidades y consecuencias. Había que obedecer a Europa, a Merkel. Y ahora pasa lo mismo. El nuevo Real Decreto que pretende aprobar el Ejecutivo el viernes incrementará la precariedad laboral de los trabajadores españoles, según recoge Público. Zapatero y sus ministros darán luz verde a la prohibición de encadenar contratos temporales durante más de 24 meses en una misma compañía. Durante los próximos dos años, esta premisa quedará suspendida. Y para poder llevarla a cabo, el Sr. ZP se carga directamente el Estatuto de los Trabajadores (el artículo 15.5).
Y, mientras tanto, Leire Pajín anuncia medidas realmente absurdas, que encrispan los ánimos de una sociedad harta de aguantar tonterías de los politicuchos de turno. La socialista anunció que los juguetes serán considerados industria cultural. Alguien debió decirle que gobernar es cosa de niños. Esperemos que tras el 20-N, los dirigentes del PSOE asuman los resultados como adultos y dejen de lado las pataletas.
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