En 1955 las relaciones entre Nicaragua y Costa Rica no eran las mejores. Las tensiones entre estos dos países de América Central -que comparten frontera- llevaban mucho tiempo latentes, derivadas en gran parte por los conflictos entre ideologías opuestas. En Nicaragua gobernaba el dictador Anastasio Somoza y en Costa Rica el demócrata José Figueres (muy famoso éste último por abolir el Ejército y convertir a esta nación en la primera república del mundo sin Fuerzas Armadas).
Pues bien, el hijo del señor Somoza (también llamado Antonio) decidió que no había mejor opción para resolver el conflicto entre ambos países que mediante un duelo a tiros entre él mismo y José Figueres. Evidéntemente, el costarricense rechazó esta opción, pero la anécdota restó como una efeméride que demuestra hasta donde llega la bravuconada totalitaria.
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