El PSOE yace actualmente en la lona, con un ojo morado y sin saber todavía por donde le vino el golpe. El 22 de mayo resultó devastador para las filas socialistas y, mucho más, para una buena parte de los dirigentes del partido que no esperaban la debacle que les deparó las urnas. Recordemos que la cúpula de la formación hablaba días antes de los comicios de la posibilidad de mantener alguno de sus feudos; la realidad les dejó compuestos y sin novia (traducido, sin Sevilla, Barcelona, Castilla La Mancha y, previsiblemente, Extremadura, entre otras).
Ahora, el análisis difiere muchísimo de aquel que filtraban hace poco más de un mes y quince días. La opción de perder por los pelos en las generales se ha convertido en un necesario y desesperado grito de “salvemos los muebles”. Para ello, Rubalcaba –osease, el susodicho que dice llamarse también Alfredo- ya tomó las riendas del PSOE y quiere encauzar su labor hacia fines muy claros. En primer lugar, acercarse a las bases socialistas (de ahí su ronda por todo el territorio nacional) y, sobre todo, a los simpatizantes; con el objetivo de afianzar principalmente el voto de estos últimos, tendente a la abstención o al blanco.
En segundo lugar, el ataque directo al PP y a sus dos cabezas visibles, Mariano Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría. Con el primero lo tiene más fácil; dado el carácter batallador y de exquisita parlamentaria de la líder popular. Por ello, el gallego centra el discurso del todavía vicepresidente del Gobierno, como hiciera la semana pasada en varias de sus respuestas a las preguntas dirigidas desde la bancada de la oposición. Rubalcaba sabe dónde está la llaga del candidato a la Moncloa, y ansía meter el dedo y ahondar en esa herida. La falta de decisión de Rajoy, la incapacidad de trazar las líneas claras de su programa y esa imposibilidad de definirse definitivamente en grandes temas.
El número 2 de ZP quiere al presidente del principal partido de la oposición en la tribuna de prensa (tras sus continuos escaqueos en el último año y sus contestaciones difusas), respondiendo a cuestiones que pueden generar rechazo social. Hablando en plata, Rubalcaba quiere que Rajoy se moje en temas como el matrimonio homosexual (y la posibilidad de revocarlo en el caso de llegar a la Presidencia), el recorte de las pensiones, la ampliación de la edad de la jubilación, la reforma del sistema educativo y sanitario, de la ley de libertad religiosa y de la Ley de Memoria Histórica. Ansía que diga lo qué hará en el caso de que la Cámara Baja le invista definitivamente como Jefe de Gobierno.
El candidato socialista tan sólo desea que el PP enseñe sus cartas, porque considera seguramente que las posturas ideológicas de éste pueden restarle votos a los populares del arco del centro-izquierda y empujar a las urnas a unos votantes adormecidos (o, mejor dicho, indignados). Rubalcaba quiere acabar con esa postura adoptada por los populares desde que empezó la crisis: que el PSOE se desinfle por los efectos de la coyuntura.
De ahí que el único candidato de la primarias socialistas haya declarado que al PP no se le gana ya con la antigua tesis del Doberman. Hay que parar de elucubraciones sobre qué hará la oposición de llegar a la Moncloa y pasar a la fase de criticar lo que hará, porque el PSOE sabrá entonces efectivamente qué harán los populares. Aún así, algunos de los dirigentes de su partido no parecen haberlo entendido demasiado bien y centran sus críticas al PP en los supuestos duros recortes sociales que acometerá la derecha; recordando de nuevo a ese perro de la época de González.
Uno de los temas preferidos ahora, la posible implantación del mal llamado copago sanitario (que debería denominarse re-pago). El País publica esta semana que Génova pidió a FAES que elaborara un estudio sobre este sistema y, a pesar de que numerosos dirigentes populares han criticado esta opción –entre ellos la líder del PP en Cataluña, Alicia Sánchez Camacho, quien dijo que por el momento no se contempla-, algunos socialistas se empeñan en centrar el debate en que la oposición tiene un programa oculto que no comunicará a lo sociedad, pero que aplicará cuando llegue al Gobierno. Es decir, una mezcla de ese “que viene la derecha” y las teorías de la conspiración tan de moda en este país.
Bi-pago, Chema, bipago... Ya lo hemos pagado antes con nuestros impuestos, así que lo pagaremos dos veces de implantarse. Nada de lo que abona el Estado sale del esfuerzo de los políticos, más bien de los curritos que mantenemos el sistema.
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