domingo, 26 de agosto de 2012

Los 'sufríos' y 'apenaos' políticos; y su poca vergüenza

No hay dinero en la caja para todo. Eso dicen los dirigentes del Gobierno y, desde luego, nadie debe ponerlo en duda. La caja se encuentra esquilmada, con la recaudación en horas bajas y el gasto social (a través de prestaciones por desempleo) a pleno rendimiento. Por tanto, nadie discute que la administración tenga que acometer recortes, que tenga que suprimir todo gasto innecesario. Pero, una vez superado ese primer punto, la cuestión reside en saber por dónde sobrevolará la tijera. Y ahí, Sr. Rajoy, su Ejecutivo no deja de meterse en líos. Y líos generados, no por lo acertado o no de sus decisiones, sino sobretodo por la irritación que generan las comparaciones. Y que, además, enmarañan algunos dirigentes del PP, que se presentan como apenaos y sufridos políticos.

Porque María Dolores de Cospedal ya metió la pata la semana pasada, cuando afirmó que los políticos trabajan con mucho esfuerzo -bueno, aceptemos no poner esa primera premisa en duda- por un "salario normal". Y, claro, si apenas unos días después arriba al panorama Guillermo Collarte, diputado nacional, y se marca estas declaraciones: "Gano unos 5.100 euros al mes y las paso canutas". Pues, joder, que a uno se le caen los huevos al observar la desvergüenza que se gastan algunos, a sabiendas que este hombre votará en los próximos días la eliminación de 400 euros para aquellos parados del Plan Prepara que pertenezcan a un núcleo familiar con ingresos superiores a los 481 euros por persona.

Es decir, que este congresista apoyará que el Ejecutivo quite 400 euros a una familia compuesta por un joven parado y una madre que gana 961 euros al mes. Y, mientras tanto, Collarte no llega a fin de mes con sus múltiples sueldos. Porque este sufrío político cobra 416 euros como concejal, 4.200 como diputado y 290 por trienios de la Xunta. Y recibe 1.823 euros para alojamiento en Madrid cada mes (por su condición de diputado de otra provincia), a pesar de que cuenta en la capital con dos pisos, cuatro garajes y dos trasteros. Y ahí Sr. Rajoy está el lío. Porque parece que el sastre siempre corta los bajos a los mismos, mientras ciertos privilegiados guardan la tela en casa, a buen recaudo.

jueves, 2 de agosto de 2012

Como veían que no se caían, fueron a llamar...

Hay quien habla de interconectividad, de comunicación instantánea, de revolución de medios en la era digital, de superación de la tecnología 2.0. Pues bien, yendo a lo inmediato, Twitter sirve básicamente para descojonarse. Para reirse de los personajes públicos, aquellos que antes aparecían como dioses intocables y que ahora se someten a la dictadura del populismo virtual. Y el Rey, el pobrecito Juan Carlos I, va camino de convertirse en el personaje más pariodado de este año. Los capítulos comienzan a acumularse en su biografía tuitera. Lo último, su caída durante su visita al Estado Mayor. Un incidente que tuvo inmediata repercusión en dicha red social. Aquí los comentarios más ingeniosos y divertidos que encontré: 

El deporte y los Juegos Olímpicos centran la inspiración del personal:



La música también encuentra, por supuesto, su hueco:



La actualidad y la política no podían faltar a la cita:


Y la religión y la simple ironía para terminar:

miércoles, 1 de agosto de 2012

La imagen más hermosa de los JJOO

Las luces apagadas, el silencio latente y las lágrimas en los ojos. Así, cual guerrera hundida por la desidia y la desesperanza, Shin a Lam afrontó la injusticia. Por muchos éxitos que se sucedan estos Juegos Olímpicos; por muchos récords que se batan y medallas que se besen; la imagen de esta deportista será la más hermosa de Londres 2012. Hundida, sentada en el tatami, pensativa, amargada por lo que pudo ser y no fue, por lo que le arrebataron, por ese eterno segundo que no terminaba y que los árbitros se empeñaban en alargar. Por ese infinito tiempo.


Una instantánea dolorosamente hermosa. Porque, quizás, parte de la belleza de la competición y del deporte se encuentre en la propia derrota. En los errores propios y ajenos. En el aprendizaje. En la huida. En las lágrimas. En la historia que puede llegar a esconder una estocada. En cómo se pasa de la gloria a la decepción, de los laureles del César al averno. Y Shin a Lam lo averiguó de la forma más cruel. Y después quisieron arreglarlo con una mísera medalla de consolación, que acentúa aún más el dolor. Porque, si nadie quiere colgar en su pared sus propios fracasos, menos aún los de los otros: los de los árbitros.