sábado, 18 de enero de 2014

"Madrid a fuego con #Gamonal"

Aprietan filas al llegar a la cuesta de Moyano. Los seis chavales que han asumido el papel de cabecillas se agarran, desafiantes, los brazos. Detrás casi 100 personas. Y, enfrente, una línea de antidisturbios que permanece clavada ante ellos. Los jóvenes parecen decididos. Van a atravesar ese frente, a pesar de que el mando policial ha acordado que se acabó el desfile por la calle de Alfonso XII; y que, si quieren continuar, los manifestantes -reunidos a las ocho de la noche en Sol- deberán bajar por la cuesta. Finas gotas de lluvia mojan las pancartas, a un lado; y los cascos, al otro. Un grito irrumpe: "¡Seguimos por aquí!". Y los congregados arremeten contra los agentes. Empujones. Vuela una piedra. Sacan las porras. Cae un golpe. Y cuatro policías se llevan a los furgones a los dos primeros retenidos. Esto es el Efecto Gamonal, que ha dejado en la noche del viernes cinco detenidos en la capital.


Las protestas por la construcción del bulevar se han extendido por varias localidades de España. Ni siquiera el alcalde de Burgos, Javier Lacalle, consiguió calmar los ánimos cuando a las seis de la tarde de ayer anunció que renunciaba al proyecto. En las calles, realmente, se protestaba por otra cosa. "Nos quitan la Sanidad, nos bajan las pensiones y los jóvenes se tienen que ir fuera", comenta Carmen, de 59 años, ataviada con un abrigo de pieles marrón, mientras sube por la calle de Montera junto a los manifestantes. A las ochos se concentraron en Sol. Media hora después emprendieron la marcha hacia Gran Vía, donde unas 250 personas cortaron el tráfico y enfilaron hacia Cibeles y la Puerta de Alcalá. De ahí, a la cuesta de Moyano.

"Madrid a fuego con #Gamonal. La chispa que enciende la revolución", reza una pancarta. Guillermo, de 19 años y vecino del barrio de Moratalaz, es uno de los dos hombres que la portan. "Estamos aquí como muestra de rechazo a la represión policial de estos días", apunta el joven, estudiante de Ciencias Políticas, que viste con deportivas negras, pantalón de chándal gris y chaquetón negro. A su lado, un sexagenario se lía un pitillo, levanta el puño derecho y grita "La lucha es el único camino". Cuando se le pregunta por su nombre, se escabulle entre la masa. "Yo no hablo con la prensa", masculla.


La tercera jornada de protestas consecutivas en España se ha saldado con una veintena de detenidos en varias ciudades. En Madrid, a las diez y media, los antidisturbios arrestan a uno de ellos. Tras los enfrentamientos en la cuesta de Moyano, la policía ha rodeado a unos 70 manifestantes y los ha ido identificando con el objetivo de dispersarlos. Uno a uno iban marchándose. Pero un pequeño grupo volvió a concentrarse en la calle de Alfonso XII. Entonces volvieron las carreras y los incidentes; que acabaron con un joven esposado, rodeado por agentes y sentado en el bordillo de la acera de la calle de Espalter. Se lo llevan a los calabozos.

"Me pegaron y casi me detienen el jueves", comentaba Catalina, de 22 años, un par de horas antes en Sol. Estuvo en los tres días de protestas. "La violencia la ejercen quienes llevan porras", añade la chica, con el pelo teñido de rojo. Junto a ella, Carla, de 29 años, vecina de Lavapiés y profesora de Lengua en un instituto: "La paralización de las obras de Gamonal demuestra que protestar sirve para algo".

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