Nunca se había hablado tanto en España de primas de riesgo, de tipos de interés y de agencias de calificación. La irrupción de la crisis en la vida cotidiana implicó un cambio radical en el panorama social y, evidentemente, también en el político. El incremento del paro, las miles de ejecuciones hipotecarias o el cierre del crédito bancario arrastraron a la población hacia una nueva mentalidad, marcada por el devenir de los acontecimientos recientes.
Una tendencia al alza que comparten prácticamente todos los países de la UE. Aunque, cada bloque presenta sus diferencias. En primer lugar, no resulta extraño que ese desconfianza creciera con mayor virulencia en los países más machacados por la crisis. En los famosos PIIGS: Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España. Así, por ejemplo, en la nación helena se pasó de un 22% en 2001 al 67% de 2011.
Por su parte, en los países más sólidos se registró un aumento del euroescepticismo, aunque dentro de los límites aceptables en una etapa de coyuntura económica. Reino Unido –nación que siempre lideró el receló hacia Bruselas- encabeza este grupo, con un 63% de desconfiados. Le siguen Alemania (55%) y Francia (50%).

Lo cierto es que, más que les pese a los encuestados por el Eurobarómetro, la UE benefició a todos. Los PIIGS experimentaron desde mediados de los 90 un crecimiento espectacular gracias al apoyo de Bruselas, a los cientos de miles de millones invertidos en su modernización y reconversión industrial. Y, además, también resultó fundamental para consolidar sus sistemas democráticos.
A Alemania, Reino Unido y Francia les permitió (a nivel comercial) dominar nuevos mercados. Por ejemplo, los germanos no podrían exportar tanto sin la existencia de una moneda única. Además, a nivel supranacional, Bruselas dotó a estos tres países de un poder internacional muy superior al que tendrían por separado. Europa les dio más voz e influencia; y eso, paralelamente, implica más dinero y recursos.
Ahora, en plena crisis, toca refundar la UE; dotar a la Eurozona de nuevos instrumentos económicos, políticos y sociales para escribir el futuro juntos. Habrá que apostar por los eurobonos, por la reconversión del BCE –para dirigirlo hacia un modelo similar al de la Reserva Federal-; por ceder más competencias a Bruselas; por adelgazar la burocracia europea; por regular las transacciones financieras; y por dotar de un mayor poder al Parlamento de Estrasburgo. Toca darnos las manos y continuar el sendero que emprendimos hace décadas. Que una piedra en el camino no impida que sigamos adelante. Nadie nos dijo que esto fuera fácil.
Fuente del gráfico: vía El País.es