
Así que en Algeciras, una ciudad con cerca de 120.000 habitantes, el control de la información resulta importantísimo. El PP, ganador de las pasadas elecciones del 22 de mayo, lo sabe. Y, desde el primer momento, intenta manejarla y someterla. De hecho, le faltó tiempo a su máximo representante, José Ignacio Landaluce, para intentar reducir el ámbito de actuación de los periodistas. Cuando todavía ni siquiera había sido nombrado alcalde, decidió que mejor que los fotógrafos no acudieran al pleno de investidura. Para no deslucir el acto, argumentó el popular, que remitió al gabinete de prensa para obtener después la imagen oportuna -evidéntemente, pasada por el filtro consistorial-. No pudo llevar a la práctica dicha idea y tuvo que aguantarse. Y, gracias a ello, los ciudadanos observaron como uno de sus concejales tomó posesión de su acta de edil y sacó a pasear la lengua ¿en dirección? a la bancada socialista e izquierdista. No creo que el Ayuntamiento hubiera captado esa imagen o, al menos, estuviera dispuesto a mandarla a los medios.
Pero ahí no queda la cosa, ya con el PP sentado en la Alcaldía, la semana siguiente se ha caracterizado por bastantes convocatorias de prensa, pero "sólo para gráficos". No vaya a ser que a algún redactor se le ocurra preguntar más de la cuenta, importunando (es decir, haciendo su trabajo) a los nuevos concejales. "La información es poder, aunque dé mucho dolor de cabeza". A Landaluce le dará más de un quebradero de cabeza intentar controlarla toda. No podrá. Resulta imposible. Así que tendrá que aceptar que, antes o después, tendrá que ceder ante ese cuarto poder. Mejor dicho, deberá ceder ante la opinión pública, a la que sirve.
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