En la última prueba para acceder a la gran final de MasterChef, la creativa Eva Micaela Millán no pudo contener las lágrimas. Su Picantón con salsa de cereza y guarnición de lentejas y manzana
fue definido por el jurado como “insignificante”. “No hay idea. Hay
poco mensaje, por no decir nada”, subrayó el cocinero Jordi Cruz, uno de
los jueces. Pero, a pesar de esa valoración, ese plato le fue
suficiente para pasar al programa decisivo de esta primera temporada.
Los jueces eligieron a esta administrativa de 32 años, de Montilla
(Córdoba), frente al valenciano José. Destacaron su “actitud y
evolución”.
Con un Master en Calidad y Seguridad Alimentaria, ha superado momentos agrios en MasterChef.
Tres veces ha experimentado la presión en la prueba de eliminación, que
hubiera supuesto su expulsión del programa de haberla perdido; y, su croquembouche
llegó a ser elegido como uno de los cuatro peores platos de la semana.
Aunque también ha vivido experiencias más dulces. Sobre todo, cuando se
hizo con el delantal dorado de la inmunidad gracias a sus Vieiras con salsa de naranja y boletus. “Un platazo. Les has dado un repaso a todos”, escuchó de los miembros del jurado.
Millán estudió Biología y estaba en paro antes de entrar en el programa. “Diez días antes de ir a MasterChef estaba hundida profesionalmente. Echó 300 currículums, pero no conseguía trabajo”, reconoció su padre, Antonio, en La mañana de la 1.
Nacida en Arinaga (Las Palmas), con 17 años llegó con
sus padres a Montilla, una localidad cordobesa de 23.000 habitantes, muy
conocida por sus vinos. Entró en el programa para ganar y poner en
marcha una empresa de nutrición online. En el penúltimo
programa, el jurado insistió en que con su “gusto” podría construirse un
buen cocinero. En cuanto a la “técnica”, prefirieron la del valenciano
José, eliminado ese día.
Escrito para la sección de Televisión de El País
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